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Rencor, maldito rencorLa insólita anécdota de Carrió que deja muy mal parada a Fabiana Ríos

La líder de la Coalición Cívica y -hace ya muchos años- del ARI, sorprendió recordando a su vieja discípula y la relacionó con lo peor de la violencia armada setentista. ¿Hacía falta o quedó abierta una herida insanable?

El asunto es tan extemporáneo y curioso, que cuesta horrores tratar de explicarlo en su cronología y en su contexto. Tal vez por eso mismo pasó desapercibido en Tierra del Fuego. 

El escenario es así: canal de televisión Todo Noticias, prime time, horario central, el periodista desde el estudio entrevista extensamente a Elisa Lilita Carrió, quien sale al aire desde su casa. A pantalla partida, el entrevistador y la líder de “CC ARI”, como la mencionan en el zócalo.

Repasan los febriles acontecimientos del atentado contra a vicepresidenta, quizás en la semana más efervescente desde la recuperación de la democracia, a igual altura que las sublevaciones carapintadas de los ‘80 o los tristes episodios de 2001.

Con su habitual estilo entre místico y contestatario, alocado y vehemente, Carrió en un momento le aconseja a “la presidenta” (sic), a quien acaban de gatillarle dos veces a centímetros de su rostro, prudencia y mesura, que no genere “tumulto” para no provocar violencia hacia ella misma.

El periodista le menciona los dichos de uno de sus acólitos, Juan Manuel López, quien, para desacreditar a la cuestionada Patricia Bullrich, la única dirigente que no repudió el intento de magnicidio, la había caracterizado como de “una generación para la que la violencia era una opción”.

Lilita no desautorizó a su discípulo y -en cambio- intentó explicar las diferencias generacionales aludiendo a la propia que en su momento (según ella misma dijo) admiraban a quienes esgrimían las armas y la violencia para resolver diferencias políticas. No en su caso, salvaguardó.

Ahí vino la sorpresa. Sin que nada lo hiciera suponer, sin la menor sospecha, sin ningún signo, en el discurso de Carrió aparece la ex gobernadora Fabiana Ríos, su pupila hasta 2007. La mandamás de la Coalición Cívica compartió con la teleaudiencia la simpática anécdota de aquellos tiempos en que eran casi almas gemelas:

“Fabiana Ríos, la primera gobernadora mujer de la Argentina, en Tierra del Fuego, que fue del ARI”, introdujo. “Después, ella se fue, acordó con el gobierno”, tomó envión en la tarea de demolición, todavía sutilmente.

“Estábamos con Alfredo Bravo y yo; era jovencita ella. Y nos dijo (Fabiana Ríos): ‘yo les pregunto a ustedes: ¿cómo se puede ser héroe en la Argentina sin usar un arma?’ y yo le contesté ‘los grandes héroes de la historia contemporánea son los que tienen la estrategia de la no violencia, porque el único camino exitoso de liberación de los pueblos fue Mandela cuando fue magnánimo, fue Gandhi”.

Su palabra continuó, regresó a la realidad cotidiana con soltura y sencillez. Ella y el periodista pasaron de largo y se alejaron de la tremenda anécdota que acababa de recuperar de su memoria ultra selectiva y especializada.

Ahora se abre un espacio para pensar e imaginar los porqués de tan curioso recuerdo.

Fabiana Ríos logró un meteórico ascenso en su carrera política, que la situó en poco tiempo en la gobernación de la provincia. En momentos en que diseñaba su estrategia electoral y su futuro político, se vinculó estrechamente con la fuerza nacional que encabezaba Carrió, que en aquel momento se llamaba solamente ARI y tenía una incidencia nacional notable.

Sin embargo, algo pasó en el camino. Cuando Fabiana Ríos logró el triunfo para su primer mandato, todos esperaban la llegada de Carrió para sumarse al festejo y multiplicarlo vía satélite al centro del país. Pero Lilita no vino, Ríos no habló del tema y nadie nunca dio ninguna explicación. Evidentemente algo se rompió, no bien bajaron las burbujas del champagne.

Es cierto que Ríos acordó con el gobierno de Cristina Fernández, tan cierto como la caída en desgracia de Carrió, la pérdida total de su ascendencia política y su desesperada trepada al furgón de cola del tren macrista, a cuyo líder había combatido toda la vida.

Las escaramuzas desempolvadas sucedieron hace tantos años, que cuesta trabajo imaginarse por qué ven la luz ahora, 2022, en la semana más difícil de la vida institucional argentina, que la encuentra a Carrió ejecutando un raid confrontativo contra propios y extraños, sin solución de continuidad, set a set, piso a piso.

Actualmente la ex mandataria fueguina ejerce como abogada y su especialidad es la defensa en casos de violencia de género, de violencia contra las mujeres, de defensa de los derechos de los colectivos históricamente marginados. Hoy sostiene, desde otra función, los valores que siempre enarboló, no caben dudas.

Ahora Ríos, alejada del principal foco de atención política en Tierra del Fuego, recibe de parte de su ex líder la tardía factura por antiguas rencillas. En el detalle de esa boleta se podría imaginar algo así como “Servicios de caracterización setentista proclive a la violencia, a cuenta de acuerdo con un gobierno peronista y por negar tres veces al ARI”, por ejemplo.

Difícilmente se ofenda la farmacéutica rosarina, ocupada en otras lides y habiendo pasado tanto tiempo. Ni siquiera tuvo trascendencia mediática como para ocuparse en contestar.

Imposible cuantificar el beneficio que puede haber obtenido Elisa Carrió manoteando anécdotas (con sorprendente rencor) del arcón de los recuerdos contra viejos enemigos, con la enorme cantidad de actuales que tiene y que cada día cosecha.

Quizás la moraleja que deja la historia, la enseñanza que se puede obtener, sea que, en adelante, sería importante para los políticos autóctonos con pretensiones, sopesar mejor sus alianzas en Buenos Aires. Los grandes figurones que alimentan sus carreras políticas solo con apariciones televisivas, suelen no medir sus palabras ni temer descolgar algún muerto del placard, a la hora de permanecer vigentes en las marquesinas porteñas.

Valga una breve reseña del mercado de franquicias que tentaron en algún momento a los dirigentes fueguinos. Como cuando a codazos se medían el tamaño de las patillas para referenciar a Carlos Menem en la isla, y a minutos de la elección formaron un comparsa de Judas. O cuando un diputado local adhirió al ascendente partido de Domingo Cavallo, y cuando el superministro menemista acorraló el dinero de los argentinos en las bóvedas bancarias, le faltaban codos para borrar lo que había firmado con la mano.

Hoy mismo, los interesantes jóvenes libertarios de Ushuaia no saben qué hacer con las fotos que los exhiben abrazados con Milei. Lousteau, Manes o -por qué no- Máximo K o Kicillof.

Son todos encantadores, como Carrió hace una década.

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