Con el rimbombante título “En esta ciudad es posible comprar un departamento con una baja inversión y alquilarlo por u$s1.500”, un artículo publicado en el medio de negocios IProfesional, firmado por Victoria Aranda, arenga a inversores de Buenos Aires, principalmente, a invertir en un jugoso negocio: inmuebles en Ushuaia, donde es posible obtener una extraordinaria renta en moneda extranjera.
El speech de “venta” de la idea se encarga de reforzar, una y otra vez, que se trata de un negocio totalmente legal, 100%. Lo que deja adivinar que su público también contemplaría un negocio similar aún cuando la legalidad no esté garantizada. Pero ese es otro asunto.
Lo cierto es que, mientras en Tierra del Fuego, cada día, cada hora, no se hace otra cosa que acumular angustia por la acuciante problemática habitacional, sobre todo en Ushuaia, con exasperante escasez de inmuebles para alquilar y con los pocos y residuales que se ofrecen a costos ridículamente exorbitantes, conspicuos medios periodísticos de la capital argentina entusiasman a tenedores de grandes capitales a seguir ensanchando la brecha, a la voz de “una geografía privilegiada”, “un boom inmobiliario”, “auge de turistas del extranjero”, o la más seductora de todas, “de la mano de incentivos impositivos”.
El artículo se encarga de enfatizar el estatus fueguino de área aduanera especial, como principal argumento de venta. Consignan, entusiastas, que la inversión inmobiliaria no tendrá que contemplar pago alguno en concepto de impuesto a las ganancias, IVA o bienes personales (radicados) y sólo deberá hacerse cargo del 50% del impuesto de sellos y débitos y créditos.
Luego la información se refiere al auspicioso crecimiento del turismo extranjero que cada vez en mayor número y con mayor continuidad arriba a la bella Ushuaia para vacacionar, o de paso hacia la Antártida. Es ese el principal “cliente” para la inversión inmobiliaria que se recomienda, pudiendo amasarse la nada despreciable suma de USD 1,500 por mes como piso, de mínima. “Y todo en blanco!”, según festejan.

Nada más alejado del espíritu de estas líneas que demonizar la inversión como concepto, en una provincia que, como cualquier otra, necesita de la llegada de capitales para sustentar su desarrollo.
Al contrario, una inversión creciente en real estate motoriza la economía, como cualquiera sabe, en tanto se dinamiza la construcción con la virtuosa cadena de derrame que esa actividad implica. En términos de consumo local en materiales e insumos, pero sobre todo en mano de obra, genuina y de calidad.
Lo paradójico es otra cosa.
Lo contradictorio es, justamente, el contraste entre la bonanza que se ofrece, la panacea que se promociona para ávidos inversores, mientras la población de Ushuaia literalmente no tiene dónde vivir, y reniega sin solución de continuidad ante una problemática habitacional que no encuentra su techo, si se permite la obviedad.
Las medidas e iniciativas para remediar la situación, llegadas desde el Concejo Deliberante, desde la Legislatura provincial o del propio Ejecutivo, son apenas muecas de voluntarismo, sin método, sin integralidad, propuestas de medidas aisladas e ineficaces, lejos, demasiado lejos de una verdadera solución.
Así dadas las cosas, mientras por el carril principal avanza a toda velocidad el mundo globalizado de las finanzas y las inversiones, el pueblo de Tierra del Fuego sube por la escalera hacia una solución habitacional que le permita el muy humilde objetivo de vivir dignamente en el lugar que eligió.
Es una conclusión inevitable denotar que la respuesta y la solución está en manos de las autoridades, que deberían contar con el talento para generar y alentar la llegada de inversiones, por un lado, y en el mismo plano encontrar la solución habitacional para la población estable de la ciudad y la provincia. ¿Será mucho pedir?