Quizás por la distancia, tal vez por lo remoto, probablemente por tratarse de una isla. Son incontables las razones posibles que expliquen algunas notables diferencias que nuestra provincia de Tierra del Fuego exhibe con respecto a las del resto del país, más allá del estrecho de Magallanes.
Hace algunos días, el sistema eléctrico nacional sufrió un grave colapso a raíz de incendio de pastizales en la provincia de Buenos Aires. Por casi 2 horas no hubo servicio en medio país, con temperaturas extremadamente elevadas. En Tierra del Fuego, nos enteramos por las redes sociales.
El recuerdo de las dramáticas escenas de diciembre de 2001 en la capital del país y en las principales ciudades del interior, con gente volcada masivamente a las calles, el asesinato de manifestantes por parte de las fuerzas de seguridad y la huida de un presidente en helicóptero, aún conmueve. Esa misma remembranza en Tierra del Fuego apenas remite a consignas policiales en las puertas de los principales supermercados.
En términos políticos, otra diferencia entre la provincia y sus hermanas mayores lo configura la ausencia casi total de oposición. O más bien su presencia leve, casi formal, lejana. Si es esto una virtud o un defecto, queda a consideración de quien subjetivamente lo analice.
Una muestra de ello es el actual devenir de las frenéticas negociaciones para conformar listas de candidatos entre las principales fuerzas políticas de la isla, de cara a las anticipadas elecciones del próximo 14 de mayo.
Tal anticipación, decidida estratégicamente por el gobernador Gustavo Melella, puso blanco sobre negro la realidad de la alianza opositora local que, bajo el sello nacional de Juntos por el Cambio, cobija a una Unión Cívica Radical de singular historia y amplia trayectoria, y al mucho más novel PRO.
A solo un día del cierre de presentación de alianzas, y poco más de quince para la definición de candidatos, la versión fueguina de Juntos por el Cambio voló por los aires. Y es esta otra de las grandes diferencias que caracterizan a la política vernácula con respecto a la altisonante y mediática del centro del país.
El calor tan continental
Mientras en Buenos Aires los principales referentes del sector macrista sostienen una feroz y despiadada interna, que despliegan sin complejos ante la muy probable certeza de que gobernarán el país el año que viene, en Tierra del Fuego los representantes de la misma coalición provocan una fractura entre los que quieren imponer esa misma guerra pírrica porteña en estas lejanas latitudes, y los que se niegan a inmolarse por intereses tan lejanos y en cambio exacerban el diálogo, prudencia y convivencia que han signado los últimos tres años entre oficialismo y oposición.
Ni en la Legislatura provincial ni en los Concejos deliberantes de las tres ciudades ha habido en los tres últimos años disputas o desencuentros irreparables como los que vemos a diario en los canales nacionales de noticias. En los foros parlamentarios locales se discute, se debate, se pelea vívidamente por momentos. Pero, novedosamente, casi siempre esas aparentes diferencias derivan en consensos y acuerdos, por lo tanto, ordenanzas y leyes, consensuadas y mejoradas.
Esta particularidad tan fueguina (de los últimos tiempos, convengamos), provoca no poco asombro en cenáculos y medios periodísticos nacionales, a veces sobreactuada por los propios representantes locales. Incluso, muchos hasta se indignan por semejante nivel de convivencia, al son de “están todos comprados” como único argumento.
Realidad o ficción, negocios o conciencias, coraje o cobardía, oposición o consenso. Hoy cualquiera sea el nombre que se le ponga a esta dualidad, despertará voces a favor y en contra. Provocará adhesiones o indignación. Difícil establecer la naturaleza de los tiempos que corren políticamente en Tierra del Fuego y mucho más formarse una opinión al resto. Pero, la verdad, siempre, es la única realidad.