No podía fallar, se veía venir, pero el resultado amenaza con superar todas las expectativas.
La elección del 14 de mayo próximo puede batir todos los récords en materia de cantidad y calidad de candidatos. O al menos, será la que más debutantes en comicios registre.
Es que la dispersión de la política, la desaparición de los partidos y la atomización del voto, son factores que abren oportunidades para varios advenedizos que se atreven a intentarlo sin contar si siquiera con un plan de gestión.
Aunque haya más de 40 partidos políticos inscriptos en la Justicia Electoral Provincial, lo cierto es que, en los hechos, ya no hay militantes activos, ni comisiones directivas, ni consejos ni congresos de autoridades, ni asambleas, ni actas certificadas. Excepción hecha de los remedos de tales que se presentan a la justicia electoral, que dulcemente aprueba todo sin que se le ocurra sospechar jamás que no existieron las asambleas que se proclaman, o que las firmas de avales y certificación de actas pueden ser recontratruchas.
La consecuencia, entonces, es una avalancha de supuestos partidos inscriptos en la Justicia, con cero afiliados activos, una única autoridad (en los hechos, el propietario de un “cartón” que se presta o alquila) al solo efecto de validar las boletas “oficializadas” que se llevan al cuarto oscuro.
Persona mássss…
Esas listas requieren de candidatos. Esos candidatos deberían salir de una lista de afiliados que no existe y que, por tanto, ha puesto de moda algo que antes se discutía, se debatía y solía no ser aceptado en los partidos con identidad propia: la validación de candidatos “extrapartidarios” o, dicho en criollo, ubicar en los primeros lugares a alguien que se quedó sin partido. Y, para los siguientes casilleros “no expectables”, distraídos ciudadanos que pasaban por ahí y prestaron su nombre para completar nóminas que resultan demasiados holgadas, comparadas con la disponibilidad de militantes con trayectoria, o identificados con el espacio.
El caso se repite una y otra vez: un fulano que no aceptó someterse a internas, renuncia a un partido al que de todos modos no extrañará y sale a pedir prestado un cartón para presentarse como “extrapartidario”, compartiendo sábana con desconocidos que jamás vio en su vida.
Así es como en estas elecciones tendremos, para los legislativos (Legislatura y Concejos Deliberantes) un rejunte inédito de boletas de partiditos, aliancitas y frentecitos variopintos, con gente que “quiere ser”, en los primeros lugares, y un montón de ignotos sin más ambiciones que ser amables con quien les pidió prestado el nombre y les acercó un acepta cargos, señalándole dónde firmar. Para nunca más volver a verle la cara.
¿Experiencia?, ¿militancia?, ¿afiliación con años de antigüedad?, ¿hacer campaña?, ¿asistir a reuniones para delinear la plataforma política? Nada de eso, con prestar el nombre basta y sobra.
A nadie le puede extrañar entonces que, a la hora del escrutinio, haya partidos (o alianzas, o frentes, o coaliciones) que cosechen menos votos que la cantidad de candidatos que lleva en sus boletas.
Milagros y miserias de una política bastardeada y un sistema electoral caduco e inservible en el que el único perjudicado, es el votante.